El etarra que pudo asesinar al Rey

30 de septiembre de 1996 . Durante el verano de 1995, un comando de ETA tuvo la oportunidad de matar al Rey en Mallorca, pero finalmente no disparó. Los terroristas fueron detenidos y ‘Tiempo’ publicó en exclusiva el testimonio ante la policía de uno de ellos, Juan José Rego Vidal, cabecilla del grupo. El texto lo firmó el periodista Carlos Fonseca.

Juan José Rego Vidal fue el cerebro del frustrado atentado contra el Rey.

El crimen comenzó a gestarse en el otoño de 1993. José Javier Arizcuren Ruiz, Kantauri, responsable del aparato militar de ETA, del que dependen todos sus comandos, repescó a Juan José Rego Vidal, un antiguo militante al que la banda había marginado en 1988. El elegido, marino de profesión, residente en Hendaya y de 54 años de edad, tenía una cualidad que lo convertía en la persona adecuada: su obsesión por el monarca y su familia, contra quienes venía planeando atentados desde hacía 20 años.

“El otoño de 1993, por medio de un tal Félix Elcano, mantuve una cita con José Arizcuren Ruiz, quien me propuso volver a trabajar de nuevo para la organización –relata Rego Vidal-. Celebramos varias citas más en Francia y en una de ellas me dijo que tenía que estudiar la posibilidad de atentar contra el Rey. Me entregó 600.000 pesetas y me ordenó que me desplazara a Palma para hacer un primer reconocimiento. En julio de 1994 adquirí un billete de avión Fuenterrabía-Barcelona-Palma de Mallorca y, una vez en la isla, me alojé en el hotel Bhorj, ubicado en las proximidades de la plaza de San Jaime. Durante los ocho días de estancia vigilé las inmediaciones del Club Marítimo y del Club Náutico, comprobé la vigilancia que había y otros datos que podían ser de utilidad para llevar a cabo el atentado. Después regresé de nuevo a Francia vía Barcelona y Fuenterrabía”.

Tras este primer viaje de reconocimiento, Kantauri y Rego Vidal mantuvieron varios encuentros más para perfilar el crimen, que decidieron ejecutar aprovechando las vacaciones del monarca en la isla durante el verano siguiente. El primer paso fue preparar la infraestructura necesaria para el comando. En marzo de 1995, Rego Vidal viajó de nuevo a Mallorca con un millón de pesetas para gastos y documentación falsa a nombre de Andrés Saez de Buruaga, un marinero conocido del etarra, fallecido cinco años atrás.

“Inicié la búsqueda de un piso próximo al lugar donde atraca el yate Fortuna -añade- y que tuviese mucho movimiento de gente en sus proximidades. A través de la agencia Mallorca, alquilé una vivienda en la calle Rafaletas, número 14, segundo E. Pagué dos meses por adelantado y otros dos de fianza y dije a la agencia que el motivo del alquiler era que había conseguido el retiro de marino y quería residir en Palma de Mallorca. El contrato era de ocho meses, pero me dijeron que no había problemas para prorrogarlo”.

Una vez alquilado el piso, Rego Vidal regresó de nuevo a Francia, donde mantuvo otros encuentros con Kantauri en Burdeos y en Toulouse para ultimar la composición del comando y la forma en que este llegaría a la isla y escaparía de la misma tras el crimen. La última cita tuvo lugar en el bar El Termómetro, de París, ubicado en la plaza de la República de la capital francesa. Allí quedó concretado que el comando lo integrarían el propio Rego Vidal, que debía tripular el barco en el que el comando arribaría a la isla y huiría después; su hijo Ignacio Rego Sebastián, de 25 años, que debería trasladar en moto al autor material del crimen desde Palma hasta el puerto de Alcudia, desde donde se darían a la fuga, y un tirador que se identificó ante sus compañeros como Patrick, aunque en realidad se trataba de Jorge García Sertucha. Ignacio Rego tenía escasa experiencia, ya que hasta ese momento tan solo había actuado como correo de su padre y de otros miembros de ETA que en alguna ocasión se habían alojado en el domicilio familiar. Sertucha, el tirador, tenía mayor experiencia, ya que había colaborado con el comando Vizcaya y formado parte desde 1992 del comando Levante. Desde 1994, su foto figuraba en un pasquín del Ministerio del Interior entre los terroristas más buscados.

“Al final de la cita de París, Arizcuren me entregó cinco millones de pesetas para la adquisición del barco que íbamos a utilizar y nos citó a mi hijo y a mí en Antibes para el siguiente 13 de julio”, continúa Rego Vidal. Padre e hijo se trasladaron entonces hasta la mencionada localidad francesa, donde alquilaron un velero de 22 metros de eslora, color negro y de bandera inglesa llamado La belle poule: “Cerré un trato con su propietaria, madame D’Nery, consistente en que podía disponer del barco hasta finales de octubre a cambio de que hiciera las reparaciones necesarias para poder botarlo de nuevo. Nos gastamos 200.000 francos en arreglos. Llegado el 13 de julio, Kantauri se presentó en Antibes acompañado de Jorge García Sertucha y durante dos días vivimos los cuatro en la embarcación. En este tiempo cargamos a bordo dos metralletas, dos granadas, tres pistolas, el fusil con mira telescópica y munición, además de un escáner y dos walki-talkies. Mi hijo se encargó también de comprar una motocicleta que ubicamos con mucha dificultad en la embarcación. Una vez ultimados todos los detalles, Kantauri nos presentó a una joven de origen francés que sería nuestro enlace con él a través de un número de teléfono del puerto de Alcudia al que nos llamaría en fechas fijas para recabar información sobre la marcha de la operación. Instantes antes de zarpar, Arizcuren nos reiteró los objetivos de la operación: prioritariamente el Rey; en su defecto, el Príncipe heredero, y en su defecto, José María Aznar, quedando emplazados para siete días después de cometida la acción en el puerto de Antibes. A la una de la tarde del 14 de julio nos hicimos a la mar”.

El viaje, sin embargo, no fue todo lo tranquilo que el comando hubiese deseado y a punto estuvo de hacer fracasar la operación: “Tuvimos una vía de agua en la proa y llegamos incluso a hacer los preparativos para abandonarlo, aunque finalmente tras 38 horas de travesía, atracamos en el puerto de Alcudia y solicitamos permiso para sacar a seco la embarcación y proceder a su reparación”. Este percance imprevisto demoró los planes del comando durante tres días, hasta el martes 18 de julio, en que los tres integrantes del mismo se trasladaron al piso de la calle Rafaletas con todo el armamento, entre él el rifle de mira telescópica oculto en una funda de esquí náutico. Rego Vidal regresaría posteriormente a Alcudia para permanecer en La belle poule mientras su hijo Ignacio y García Sertucha se instalaban en la vivienda en espera del momento adecuado para ejecutar el crimen. Desde la ventana del salón y con una meticulosidad extrema, los terroristas comenzaron a anotar los horarios de entrada y salida del yate Fortuna y las personas que viajaban en él, el tiempo que tardaba en hacer las maniobras, los barcos que lo escoltaban y los vehículos policiales que acompañaban a los integrantes de la Familia Real en sus desplazamientos.

Los Reyes a bordo del yate Fortuna, donde iban a ser asesinados por ETA.

“Durante los días siguientes me ocupé de hacer la compra y de observar la presencia policial en la zona –cuenta en su declaración Ignacio Rego Sebastián-. También efectué el recorrido en moto hasta Alcudia en dos ocasiones y calculé que el tiempo a emplear en la huida sería de una hora y cuarto más o menos, y una vez por semana nos veíamos con mi padre en la plaza de España, de Palma de Mallorca, para comentar cómo discurrían los acontecimientos. Yo personalmente vi al Rey desde la ventana del piso en una ocasión, y Patrick, en dos. Si no llevamos a cabo la acción fue porque mi compañero no lo vio claro y porque la huida no era fácil. El plan era que, una vez que Patrick disparara, activaríamos un artefacto explosivo en la vivienda para que estallara a los quince minutos y nos daríamos a la fuga en la moto, que conduciría yo, llevando a mi compañero como paquete hasta el puerto de Alcudia”. Desde allí, el comando emprendería el regreso a Antibes. Los problemas que planteaba la fuga del lugar del crimen fueron tratados por todo el comando en los primeros días del mes de agosto y se volvieron a abordar en un segundo encuentro celebrado el día 8. “Nos dimos de plazo hasta el domingo 13 para ejecutar la acción y, si llegado el mismo esta no se había llevado a cabo, se suspendería”, relata Juan José Rego. García Sertucha comentó que había visto en tres ocasiones al Rey desde la ventana que daba al yate Fortuna, donde había colocado una mesa encima de otra para apoyar el rifle y calibrar la distancia exacta.

En cuanto al Príncipe, también le vieron en dos o tres ocasiones, pero no se intentó ninguna acción contra él porque el objetivo prioritario era su padre. De José María Aznar no nos habían facilitado ninguna información, a pesar de que Arizcuren Ruiz lo había señalado como objetivo y únicamente sabíamos a través de la prensa que era previsible su visita”. El entonces líder de la oposición ya había sido víctima de un atentado meses antes, en abril, en el que resultó ileso. El 9 de agosto, cuando el comando agotaba el plazo que se había dado para perpetrar el regicidio, la policía irrumpió en el piso de la calle Rafaletas y sorprendió a Ignacio Rego y a Jorge García Sertucha mientras veían la televisión. No tuvieron tiempo de reaccionar. Tampoco Juan José Rego, detenido en Alcudia mientras ultimaba los preparativos de la fuga. La operación matar al Rey quedaba conjurada.

Portada del 30 de septiembre de 1996