Los detalles del secuestro de José Antonio Ortega Lara

20 de octubre de 1997 . José Antonio Ortega Lara tiene el triste honor de haber sido la persona que más tiempo ha estado secuestrada por ETA: 532 días. Afortunadamente, fue liberado el 1 de julio de 1997 y los etarras, detenidos. El caso conmocionó a la opinión pública española. ‘Tiempo’ contó en primicia el testimonio de sus captores de la mano de Carlos Fonseca.

Nuestro responsable en Francia, Pototo [Julián Atxurra Egurola], nos fijó una cita a finales de 1995 en Toulouse para comunicarnos que teníamos que secuestrar a un funcionario de prisiones. La organización nos dio algunos nombres, pero eran de cárceles lejanas y no había muchos datos. Vigilamos las prisiones de Logroño, Burgos y Santander, y realizamos seguimientos a varios funcionarios. La elección de Ortega Lara fue pura coincidencia, al verlo un día salir de la cárcel. Localizamos su domicilio, lo vimos factible y decidimos realizar la acción”. Este es el relato que el etarra José Luis Erostegui Bidaguren, de 40 años e integrante del comando Gohierri, hace de los prolegómenos del que terminaría por convertirse en el secuestro más largo de la historia de ETA.

 

José Antonio Ortega Lara, de 37 años de edad, un funcionario de prisiones más de la cárcel de Logroño, se convertía así, por puro azar, en el objetivo prioritario de un comando creado por la dirección de ETA con la misión exclusiva de organizar secuestros. Integrado por José Luis Erostegui, Jesús María Uribetxeberría Bolinaga, Xabier Ugarte Villar y José Miguel Gaztelu Ochandorena, el grupo ya había secuestrado en julio de 1993 al empresario Julio Iglesias Zamora, al que liberó tras 117 días de cautiverio y el pago de un rescate cifrado en torno a 500 millones de pesetas. Este era su segundo secuestro, aunque en esta ocasión el objetivo no era económico: poner fin a la dispersión de los presos de la banda.

 

Elegida la víctima y sometida a vigilancia, el secuestro estuvo a punto de realizarse en varias ocasiones, desde septiembre de 1995 hasta que se llevó finalmente a cabo, el miércoles 17 de enero de 1996, después de que Pototo apremiara al comando para que ejecutara el plan trazado por la dirección. ETA irrumpía en plena precampaña electoral de los comicios del 3 de marzo y lograba el triste récord de mantener dos secuestros al mismo tiempo, ya que desde el 8 de mayo de 1995 mantenía en su poder al industrial José María Aldaya.

 

“El día elegido, Xabier Ugarte se dirigió con su Ford Fiesta blanco a un pueblo de la carretera de Burgos a Logroño y desde una cabina llamó a mi teléfono móvil cuando Ortega Lara inició el camino de regreso a casa –cuenta Uribetxeberría en su declaración-. Cogí entonces el camión en el que transportábamos una máquina con un zulo diseñado en su interior y me dirigí hasta un aparcamiento situado a la entrada de Burgos, donde lo dejé estacionado. Después, junto con José Luis Erostegui y José Miguel Gaztelu, fuimos en coche hasta el domicilio de Ortega Lara. Al verlo llegar, Gaztelu se quedó vigilando mientras José Luis y yo entramos en el garage de su finca detrás de él. Le abordamos amenazándole con una pistola cada uno y le dijimos que se metiera en el maletero de su coche porque se lo íbamos a robar. Debido al pánico que le entró no pudimos inyectarle un somnífero, tal como teníamos previsto. Con él en nuestro poder, nos dirigimos hasta el lugar donde teníamos aparcado el camión, le vendamos los ojos para que no viera nada y le metimos en el zulo. Yo mismo conduje el camión hasta el taller Jalgi, de Mondragón, donde teníamos la cárcel del pueblo en la que lo íbamos a esconder”.

 

El taller Jalgi CB, aparentemente dedicado a la reparación de maquinaria pesada, se convirtió desde ese momento en la cárcel del funcionario de prisiones. Un escaso habitáculo de 2,50 metros de ancho, 3 metros de largo y 1,80 metros de alto del que no saldría en 532 días. Las características del zulo, cuyo acceso estaba oculto bajo una máquina de 3.000 kilos de peso que se desplazaba mediante un sistema hidráulico, hacía innecesario que los secuestradores permanecieran de forma permanente con su víctima, ante la imposibilidad material de que esta pudiera escapar por sí sola. El cautiverio se podía prolongar así tanto como la organización considerase oportuno, sin más limitaciones que la capacidad de sufrimiento de la víctima.

 

“Ortega Lara no ha salido del zulo durante todo el secuestro ni le ha tratado ninguna persona ajena al comando. Diariamente le dábamos de comer y veíamos cómo se encontraba, aunque ninguno de nosotros tiene conocimientos de medicina –describe de forma escueta Uribetxeberría el trato dispensado a la víctima-. En caso de que surgiera algún problema teníamos acordada una clave para poner en el Merkatu Txikia [anuncios por palabras] del diario Egin que serviría de aviso a la organización”.

 

La comunicación del comando con la dirección de la banda quedó desde ese momento limitada al mínimo, para evitar falsos movimientos que pudieran facilitar pistas a los cuerpos de seguridad. El cruce de mensajes quedó establecido a través de uno de los buzones (escondites que se utilizan para intercambiar material y misivas) situado en el barrio de Udala, en la misma localidad guipuzcoana de Mondragón. A través de él, el comando hizo llegar a la dirección la habitual foto del secuestrado encerrado en el zulo, que esta se encargó de distribuir a través del diario Egin, y una carta fechada el 27 de abril, cuando se cumplían los cien primeros días de cautiverio, firmada por Ortega Lara aunque escrita por los terroristas, en la que estos ponían en boca de su víctima una súplica: “Si me queréis ayudar, haced ver al Gobierno español que la solución está en la negociación”.

Ortega Lara sufrió un grave deterioro físico durante su calvario.

Cuando el secuestro superaba los seis meses de duración, la policía francesa detuvo en las proximidades de Pau a Pototo, responsable del comando y una de las pocas personas que conocía el paradero de Ortega Lara, lo que facilitó los primeros datos, aunque no permitió llegar hasta el secuestrado. El cautiverio se fue alargando así ante la impasibilidad de ETA y la decisión del Gobierno de no ceder a las peticiones de la banda, hasta el extremo de que los propios secuestradores llegaron a temer por la vida del funcionario de prisiones y plantearon su liberación a su nuevo responsable, Gorosti.

 

“Comentamos a Gorosti que el estado de salud de Ortega Lara no era bueno, que no le veíamos muy bien. Hace dos semanas [se refiere antes de su detención y liberación de la víctima] nos contestó que las negociaciones estaban muy duras y que le diésemos ánimos, porque el secuestro tenía que continuar y que de momento no le veían solución”. Lo que los etarras desconocían es que, a los datos conseguidos tras la detención de Pototo, se habían sumado otros nuevos tras la captura en noviembre de otro dirigente etarra, Juan Luis Aguirre Lete, Isuntza, que iban a permitir concluir el puzle. El 1 de julio, agentes de la Benemérita liberaban al secuestrado y detenían al comando sin disparar un solo tiro, poniendo fin a 532 días de sufrimiento.

 

Las confesiones de los terroristas han permitido recomponer ahora la historia de un comando que dependía directamente de la dirección de la banda y que dos años antes secuestró al empresario Julio Iglesias Zamora, a quien mantuvo cautivo durante 117 días en el mismo zulo. Un grupo especial nacido en 1987 de la fusión de dos comando legales con la misión exclusiva de secuestrar empresarios y personalidades. “Sobre 1987, después de haber realizado una campaña de atentados como miembros del comando Bellotza, y ante la necesidad de disponer de un zulo lo suficientemente seguro, decidimos adquirir la nave en la que posteriormente se ubicaría la empresa Jalgi CB, cuya situación legalizamos como si se tratase de una compañía en comunidad de bienes en la que aparentemente se desarrollaba actividad laboral –cuenta en su declaración José Luis Erostegui-. A mediados de 1988 comenzamos a construir el zulo sin comunicarlo inicialmente a la organización. La tierra que sacábamos del agujero la arrojábamos en las cercanías del Centro Asistencial de Mondragón. Una vez concluido, compramos una caseta prefabricada de obra y la introdujimos en su interior. Aproximadamente en 1992, después de la detención de la cúpula en Bidart, recibimos en uno de los buzones una carta y un croquis de Pototo en la que fijaba una cita en Francia. Xabier Ugarte y yo viajamos a Tou-louse, donde nos recogió una persona y nos llevó a su presencia. Nos comunicó que era nuestro nuevo responsable tras la detención de Joseba Arregui Erostarbe, Fiti, y nosotros le comentamos entonces que disponíamos de un gran zulo. Nos dijo que lo acondicionáramos correctamente, insonorizándolo, y que preparáramos informaciones para llevar a cabo el secuestro de empresarios”. Acababa de nacer el comando Gohierri.

 

La primera víctima elegida fue el empresario Román Knorr Borrás, presidente y consejero de varias compañías radicadas en Álava y Vizcaya. “Nos desplazamos los cuatro miembros del comando hasta el aparcamiento del Eroski de Vitoria, pero en el momento en que Jesús María y yo nos acercamos al empresario, este debió de intuir peligro, se introdujo rápidamente en su vehículo y abandonó el lugar a gran velocidad –recoge el relato el etarra José Luis Erostegi-. Nos centramos entonces en la familia Iglesias, e inicialmente en la persona de Ángel Iglesias [fundador de la empresa Ikusi]. Le hicimos seguimientos y vigilancias durante tres meses y lo descartamos, porque no ofrecía plenas garantías de llevar a cabo el secuestro con éxito, decidiendo entonces que secuestraríamos a su sobrino Julio. A este le conocíamos gracias a un vídeo grabado en un programa de televisión emitido en el canal regional de ETB2. Comenzamos a realizar vigilancias a la salida del trabajo y de su casa. Estuvimos así durante un mes, hasta que decidimos llevar a cabo la acción”. El secuestro se realizó el lunes 5 de julio de 1993, después de que la víctima saliera de trabajar, con un plan que sería reproducido después de forma casi mimética con Ortega Lara.

 

Modus operandi. “Aparcamos el camión, con la máquina bordeadora que contenía el zulo en su interior, en el área de servicio de Ariceta, en la autopista A-8 en dirección a Bilbao. Gaztelu se dirigió con su vehículo al lugar de trabajo del señor Iglesias y Xabier, Jesús María y yo nos fuimos en mi coche a las proximidades del garaje del domicilio del objetivo. Gaztelu nos avisó al teléfono móvil que llevo en mi coche de que el señor Iglesias había salido del trabajo. Cuando llegó al garaje de su domicilio y se introdujo en el mismo, Jesús María y yo entramos a pie y le abordamos cuando salía del coche, diciéndole que necesitábamos su vehículo. Lo sentamos en el asiento del copiloto, yo me puse al volante y mi compañero se situó detrás. Antes de salir del garaje le colocó unas gafas oscuras y le inyectó un somnífero. Nos dirigimos entonces al lugar donde teníamos el camión escoltados por Xabier. Jesús María, con el camión, y Gaztelu, con el otro coche, tomaron la autopista en dirección a Bilbao, abandonando la misma por la localidad de Itxiar y cambiando al secuestrado al interior de la máquina-zulo del camión, dirigiéndonos todos al taller, donde introdujimos finalmente al todavía dormido Julio Iglesias en el zulo. A los diez días le hicimos una foto que mandamos a la organización, a través del buzón del barrio de Udala de la localidad de Mondragón, y quedamos a la espera de recibir instrucciones”.

 

El comando se limitó desde entonces a custodiar a la víctima, mientras la dirección de la banda negociaba con su familia el pago del rescate. Finalmente, tras 117 días de cautiverio, el comando recibió la contraseña. La familia había pagado. “La contraseña prestablecida para ponerlo en libertad tenía que aparecer en el apartado de Merkatus del diario Egin. Cuando esto ocurrió esperamos cuatro o cinco días y, en el momento elegido, le inyectamos de nuevo un somnífero y le introdujimos en el maletero del vehículo de Gaztelu. Los otros tres miembros del comando, en un coche cada uno, limpiamos el itinerario hasta el Alto de Arrate, donde se produjo la liberación”. Julio Iglesias Zamora recobraba la libertad y sus captores saldaban con éxito su primer secuestro. Una nueva víctima, José Antonio Ortega Lara, se adivinaba ya en el horizonte.

La portada del 20 de octubre de 1997