20 de junio de 2008 . Hoy en día es algo muy común en la prensa española hacer un ‘ranking’ de los gais más influyentes del país, pero la primera vez que se hizo en España fue en la revista ‘Tiempo’, en concreto durante la semana del Orgullo Gay de 2008. La revista, de la mano de Luis Algorri, desveló los nombres de los 20 más destacados. Y se desató la polémica…
Un grupo de influencia organizado? Vamos, ¿un lobby gay en España? Pues mira, creo que eso no existe. Más que nada porque, si existiera, creo que yo me habría enterado, ¿no?”. Quien bromea de ese modo es Pedro Zerolo, concejal socialista en el Ayuntamiento de Madrid y miembro de la Ejecutiva del PSOE. Y nadie puede negar que este abogado que ya ha entrado en la quinta década de su vida (o sea, que tiene más de 40), que vuelve locos a los periodistas porque habla sin interrupción y que fue uno de los primeros gais españoles en hacer uso, en 2005, del entonces recién estrenado derecho de los homosexuales a contraer matrimonio civil con sus parejas, es uno de los gais más influyentes de España. Es difícil imaginar que sin él, sin su obstinación y su vehemente capacidad de rendir al rival no solo por argumentación sino por agotamiento, los gais y lesbianas españoles hubiesen logrado la elevación a norma legal de derechos que les equiparan plenamente al resto de los ciudadanos.
Pero Zerolo no es el único político influyente abiertamente gay. El diputado socialista catalán Miquel Iceta hoy es viceprimer secretario y portavoz del Partido de los Socialistas de Cataluña (PSC) y, además, portavoz del Grupo Socialista en el Parlamento catalán. La primera vez que aspiró a un escaño en esa cámara (elecciones de octubre de 1999) decidió hacer pública su orientación homosexual y pedir el voto de los gais y lesbianas. Obtuvo el acta de diputado. Era la primera vez que un político salía del armario, aunque, como el propio Iceta ha dicho algunas veces, lo suyo “lo sabía todo el mundo”: “Más que salir del armario, lo que hice fue bajarme de la vitrina”. Y, como todos los demás, se empeña en una larga lucha “porque esto no sea noticia, como no es noticia que a ti te gusten los gatos aunque a otros les gusten los perros”.
Más o menos lo mismo hizo el socialista canario Jerónimo Saavedra, dos veces ministro con Felipe González, dos veces presidente de Canarias, senador y, desde junio de 2007, alcalde de Las Palmas, puesto que obtuvo después de una contundente victoria electoral. Saavedra, que está a punto de cumplir 72 años, hizo pública oficialmente su homosexualidad cuando redactaba el prólogo de un libro que se tituló Outing en España.
La visibilidad de gais influyentes está en la política, pero también, siquiera testimonialmente, en la Judicatura, tradicionalmente tan conservadora en sus formas. El juez Fernando Grande-Marlaska, uno de los azotes de ETA desde la Audiencia Nacional (sus últimas iniciativas se encaminan a acabar con el callejero etarra y su siniestro santoral de placas, calles y monolitos), está casado desde hace tiempo con su pareja, un filólogo vasco llamado Gorka, y no se corta un pelo al hablar, delante de quien sea, de su marido. Como tantos gais influyentes más, no se siente modelo de nadie, pero, como él dice, “hay muchos chavales que viven en pequeños pueblos y que lo tienen muy difícil. Y con esto puede que se digan: ‘¡Mira, ese tío del que hablan tanto los periódicos también es así!; entonces lo mío no será tan raro, no será tan malo”.
En el mundo de la farándula abundan los gais que, más que conocidos (de esos hay a patadas), son, por su trabajo o por su actitud, importantes e influyentes. El oscarizado director de cine Pedro Almodóvar no suele hablar de su vida personal, aunque lo ha hecho en alguna publicación extranjera y, como dicen sus amigos, “todo el mundo lo sabe”. El director de la Compañía Nacional de Danza, Nacho Duato, contestó hace tiempo a una pregunta impertinente, en televisión y en directo, con una lección de serenidad y de dignidad: “Pero si es que todo el mundo sabe que soy gay…”. Y ya no hicieron falta más mareos de perdiz. Al menos con él, porque con el famosísimo cantante que se enamoró de él como un burro y llegó a plagiarle títulos de espectáculos, las cosas son distintas: se enfada mucho cuando se habla de su homosexualidad. Y no es el único.
Dos de los mejores directores teatrales de las últimas décadas, José Carlos Plaza y Lluís Pasqual (el último éxito de este fue un memorable montaje, el pasado invierno y en el Matadero de Madrid, de La famiglia del antiquario, de Carlo Goldoni), jamás han ocultado su homosexualidad, del mismo modo que tampoco han hecho bandera de ella. Otro cineasta consagrado, Alejandro Amenábar, acude con su pareja a las ceremonias de los Goya y cualquiera pudo verlo, solo y tan feliz, hace tres años, en la manifestación del Orgullo Gay en que se vitoreaba la modificación del Código Civil para legalizar los matrimonios entre personas del mismo sexo, que había salido en el Boletín Oficial del Estado aquel mismo día.
Uno de los homosexuales más influyentes, por lo que tiene de ejemplo para miles de gais que hay en España, es el presentador de televisión Jesús Vázquez. Este gallego, que ya pasa de los 40, anduvo hace años en malos pasos: una revista trató de convencer a la gente, fotos de por medio, de que era novio de la starlet Marlene Mourreau. Pero las canalladas que tuvo que soportar en el llamado caso Arny, una conspiración en toda regla de la que salió absuelto y triunfante, le hicieron afrontar la vida de otro modo. La tierra casi tembló el día en que Vázquez, en pleno horario infantil y juvenil, y en un programa destinado a la chavalería, le atizó a su entonces novio (hoy están casados) un beso de tornillo de los que no daba ni Clark Gable. Y todo eso en las pantallas de Telemadrid. El aplauso no se acababa nunca. Vázquez, un ejemplo de honestidad personal, de valentía y de naturalidad, es un referente para miles de gais.
Entre los literatos y escritores destacan el académico Francisco Nieva, cuyas memorias, Las cosas como fueron, dejan claro que para el ilustre dramaturgo jamás hubo problemas de identidad. Juan Goytisolo lleva muchos años viviendo en Marrakech sin ocultar su sexualidad. El cántabro Álvaro Pombo, ganador del Planeta con La fortuna de Matilda Turpin y autor de una obra literaria apasionante, es de los que ha “padecido persecución por causa de la justicia”; ocurrió hace muchos años, cuando un guardia le vio sentado en un banco, le preguntó si era homosexual y él, tan tranquilo, dijo que sí, indiferente a que aquello fuese, en la España de Franco, un delito. Y Fernando Savater es otro español importantísimo que, según sus propias palabras, jamás se ha enamorado de la gente “por su sexo, sino por su mente”. Pero quizá el escritor español más obstinadamente gay sea Eduardo Mendicutti, un hombre cuyas novelas, que publica Tusquets, siempre abordan el asunto del amor entre personas del mismo sexo.
En el mundo de la empresa y las finanzas hay pocos homosexuales visibles, pero ahí está el abulense Jesús Encinar, creador de éxitos como idealista.com (un portal de Internet que se ha vuelto una referencia indispensable en la venta de pisos) o Enrique Sarasola, el creador, junto con su pareja, Carlos Marrero, de la cadena Room Mate.
El periodista gay más conocido, y más influyente, es Miguel Ángel López, alma de la revista Zero: el medio que se ha esforzado por hacer visible la homosexualidad de muchos personajes conocidos, desde Jesús Vázquez al teniente coronel José María Sánchez Silva o el sacerdote José Mantero.
Y otro cantar son las mujeres. Para las lesbianas, un referente inevitable es la cantautora Inma Serrano. Para los y las transexuales, el icono por antonomasia es la actriz Carla Antonelli. La editora Mili Hernández (copropietaria de la editorial Egales y una histórica del movimiento gay-lésbico) no es complaciente: “Las lesbianas somos muy cobardes –dice, entre bromas–. La sinceridad es buena para todos y ayuda a la gente”.
Portada del 20 de junio de 2008