23 de marzo de 2012 . La revista ‘Tiempo’ siempre ha seguido de cerca los pasos de ETA, por eso tampoco ha dejado de ocuparse del final del terrorismo. Y precisamente una de las últimas exclusivas publicadas por la revista, de la mano de Antonio Rodríguez, ha tenido como protagonistas a los últimos etarras en activo: sus sueldos, las pistolas que les quedan…
Juan Ignacio Otaño es el último etarra detenido, el 21 de febrero.
La banda terrorista ETA ha entrado en su sexto mes de hibernación sin dar síntomas de querer moverse. Desde que el 20 de octubre del año pasado decretó el cese definitivo de su actividad armada, las Fuerzas de Seguridad españolas y francesas han comprobado que la última organización terrorista todavía activa en Europa no ha incumplido ese compromiso. Los etarras que viven en la clandestinidad ya no disfrutan de la financiación de antaño, a través del impuesto revolucionario, han reducido al máximo sus movimientos y todos ellos se encuentran con la precariedad de unos medios que escasean por culpa de la inactividad. ¿Quiénes son y cómo malviven, en esta prolongada agonía, los últimos dirigentes y sus adlátares?
Las respuestas están en un libro al que ha tenido acceso Tiempo. Se trata de Secrets d’ETA, obra de Jean Chalvidant, profesor en el Instituto de Criminología de la Universidad París II, colaborador del diario Le Monde y uno de los pocos expertos que hay sobre el terrorismo etarra en el país vecino, donde la presencia de miembros de la banda y sus actividades delictivas siempre han tenido poca publicidad. En círculos aberzales se sitúa a Chalvidant cerca de los servicios secretos franceses, ya que en los asuntos de ETA se nutre de información de estos, que a su vez la reciben de las Fuerzas de Seguridad de nuestro país.
El número de efectivos con los que cuenta ETA en la actualidad es una de las obsesiones de los Gobiernos de Madrid y París. En un informe galo al que ha tenido acceso Tiempo, se indica que la cifra de etarras oscila entre los 150 y los 200 efectivos, una cifra muy inferior a la que había en los años ochenta del pasado siglo, cuando los más de 800 miembros activos de la banda pusieron en jaque a España.
El Gobierno de Nicolas Sarkozy considera que los últimos miembros reclutados por ETA tienen una media de edad de 25 años y una formación educativa “relativamente baja”, a diferencia de los antiguos jefes de la banda, que se caracterizaban por tener titulación universitaria.
La primera realidad es que la caída de comandos en los últimos años ha dejado exangüe a la banda. Cuando se detuvo a Ibon Fernández Iradi, alias Susper, en 2002, se le incautaron una serie de documentos en papel y en ficheros informáticos en los que se hablaba de 1.031 miembros, de los cuales la mitad (514) están ahora en prisión.
Buena culpa de ello la tienen los Gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero, durante los cuales se detuvo a 730 miembros de ETA, 430 después de la fallida tregua de 2006.
Una sangría continua de dirigentes, cuya muestra más clara es que la organización terrorista perdió en esos años a cuatro integrantes de la cúpula, a seis responsables del aparato militar y a tres del logístico. Un tercio de estas detenciones se produjeron en Francia.
Chalvidant cifra en 210 el número de etarras huidos que hay en la actualidad. Medio centenar de ellos forman el núcleo duro de la banda y están plenamente operativos, por lo que son los más buscados por los servicios policiales de Madrid y París. Casi todos ellos se encuentran, a su juicio, en territorio francés y perciben un sueldo mensual de 1.500 euros, 600 para cubrir sus necesidades más perentorias y 900 en concepto de seguridad, para el caso de que pierdan contacto con la organización.
A ellos habría que sumar alrededor de 160 militantes, todos ellos identificados por la Guardia Civil y la Policía, que se encuentran diseminados por Europa y América Latina, donde la mayoría vive por sus propios medios y con una implicación mucho menor que el medio centenar de dirigentes y ayudantes de campo que encabezan ETA.
A esta cifra total de 210 habría que añadir otra veintena de legales o no fichados por la policía, que suelen ayudar en cuestiones logísticas o escondiendo a comandos, y otros 200 jóvenes que han pasado por la kale borroka o violencia callejera en el País Vasco y que serían susceptibles de formar parte de ETA en el futuro. Es la reserva o cantera de la que se nutriría la organización terrorista si decidiese volver a las armas.
Otra de las novedades aportadas por Chalvidant es la composición de la zuba o comité ejecutivo de la banda. En el nuevo organigrama destaca la entrada de tres veteranos -José Luis Eciolaza Galán, alias Dienteputo; Eusebio Arzallus Tapia, Paticorto; y Juan Cruz Maiztegui Bengoa, Pastor- con poder de mando sobre los jóvenes David Pla, Iratxe Sorzábal e Izaskun Lesaka, que se hicieron con el control de la cúpula tras las últimas desarticulaciones importantes en 2010 y 2011.
El regreso de un buen número de veteranos a Francia data de 2006, cuando José Antonio Urrutikoetxea, Josu Ternera, llamó a seis históricos refugiados en América Latina. El objetivo era que le ayudasen en sus negociaciones con el Gobierno de Rodríguez Zapatero tras la tregua y evitasen disensiones internas en una organización en la que los galones y el ascendente cuentan mucho.
Entre ellos estaban Francisco Javier López Peña, Thierry, quien se encontraba escondido en Cuba en cuarentena y que luego desbancó a Josu Ternera en los contactos con los enviados de Madrid, los citados Dienteputo y Paticorto, así como Eneko Gogeaskoetxea, Luis Ignacio Ireretagoyena, Suny, y Juan Cruz Maiza Artola, alias Lohi. Este último tomó el mando del aparato logístico, pero fue detenido en julio de 2007, mientras que Suny fue arrestado en la localidad gala de Cahors dos meses después en compañía de otros tres etarras. Luego vendrían las caídas de Thierry en Burdeos y de Eneko Gogeaskoetxea en Cambridge (Reino Unido) en julio de 2011, el último golpe duro que encajó la banda antes de anunciar el cese definitivo de su actividad terrorista.
Así pues, de ese grupo de seis veteranos solo quedan en libertad Dienteputo y Paticorto. Este último es el que decide qué armas, objetos electrónicos y documentos son susceptibles de ser comprados o falsificados. Su adjunto, Tomás Elgorriaga Kunze, alias Teo, es uno de los pocos etarras que conocen “los secretos para la fabricación de bombas”, advierte el profesor francés.
Para los servicios secretos español y francés, la detención de Kunze es “primordial y quizás más significativa que la del número uno del aparato”, ya que difícilmente puede ser sustituido. De él surgió la idea, por ejemplo, de añadir hexógeno a la bomba de la terminal T-4 del aeropuerto de Barajas, en Madrid, para aumentar su efecto devastador. También está detrás de la confección del amonitol, un compuesto de nitrato de amonio, polvo de aluminio y nitrometano que acabó con la vida del policía Eduardo Puelles, el último asesinado en España. Y es Kunze el autor de una especie de manual del terrorista remitido a los comandos y que el etarra Iker Aguirre llevaba en 2007 en uno de sus bolsillos cuando fue arrestado en la localidad francesa de Port-Bou.
El tercero, un hombre de Ternera. El tercer miembro del triunvirato de veteranos o “la Santísima Trinidad”, según la definición de Chalvidant, es Juan Cruz Maiztegui, Pastor, hombre de confianza de Josu Ternera, ya que le acompañó a las reuniones de Oslo y Ginebra auspiciadas por el Centro Henri Dunant y en las que participó el socialista Jesús Eguiguren en representación del Ejecutivo de Rodríguez Zapatero. Pastor tomó el mando del aparato logístico de ETA en 2007, tras la ruptura de la tregua y la detención de Juan Cruz Maiza, Lohi, y luego pasó a dirigir la rama política tras la caída de Thierry en Burdeos.
Sin embargo, en Secrets d’ETA no se afirma con claridad si el triunvirato dirige la organización desde Francia o si los tres veteranos se encuentran en otro país. “Serían difíciles de detener, puesto que algunos de ellos no se encontrarían ni en España ni en Francia, quizás más lejos, en América Latina”, afirma el autor del libro en función de lo que le han contado responsables de la lucha antiterrorista.
Los servicios de inteligencia hispano-franceses se han encontrado en los últimos meses con el desafío de identificar a los líderes de una organización terrorista en proceso de desmantelamiento, por lento que parezca a ojos de la opinión pública, y con unos jefes militares y de logística que han perdido peso en la banda en detrimento del aparato político. Por ello, desde el Gobierno español no se confirma ni se desmiente la información del libro. La Guardia Civil, por ejemplo, incluye en su página web una lista con los 20 etarras más buscados en la que hay dos veteranos como Joseba Iñaki Reta de Frutos o Carlos García Preciado, pero solo aparece Dienteputo en representación de los históricos. La Policía Nacional reduce aún más su propia lista, hasta dejarla en 13 miembros.
Chalvidant relata en su libro que las reuniones de la zuba de ETA se suelen celebrar una vez al mes bajo la iniciativa y el control del jefe del aparato político, en este momento Pastor. Las citas terroristas se desarrollan en un punto “del sudeste francés”, en un lugar que se fija en el encuentro precedente y para el que se eligen una granja o una casa perteneciente a un simpatizante francés.
Algunas fugas también sugieren que ha habido encuentros en el norte de Francia o en la frontera gala con Bélgica. Según el autor del libro, el teléfono está “proscrito” entre los etarras y, para evitar controles policiales, la banda desaconseja de forma encarecida los largos desplazamientos. Así las cosas, las convocatorias de reunión y los mensajes cifrados se hacen por Internet o correo postal, aunque esto último es bastante raro. Un dato interesante es que los mensajes cibernéticos se envían desde ordenadores con direcciones IP que han sido compradas “en países lejanos o que no levantan sospechas”, una precaución que, por ejemplo, no tuvo Mohamed Merah, el presunto asesino en serie de Toulouse. Una vez reunidos, las decisiones de la zuba son adoptadas a mano alzada por mayoría simple.
Situación insostenible. “En 2011, tres hombres veteranos y dos mujeres jóvenes, asistidos por varios activistas curtidos y aconsejados por un puñado de prisioneros deprimidos y revanchistas, componen el órgano supremo de ETA”, resume Chalvidant antes de entrar de lleno sobre el número de armas que posee la banda. Para ello se apoya en un documento de la Guardia Civil de noviembre de 2011, al que ha tenido acceso y en el que se contabilizan 500 armas cortas y 300 armas largas en manos de la organización terrorista. La banda dispone igualmente de granadas de mano tipo jotake, fabricadas y montadas por los propios etarras: son poco precisas, aunque producen una fuerte explosión y gran cantidad de humo. Asimismo, ETA tiene en su poder cohetes anticarro de la marca Mekar y una cantidad no cuantificada de material para la fabricación de bombas.
El problema más urgente de la banda es la falta de liquidez. En abril de 2011 anunciaron su renuncia al impuesto revolucionario, con el que se habían embolsado 3,8 millones de euros entre 2007 y 2008. Pero ahora ese dinero se está gastando mes a mes. En opinión de Chalvidant, ETA depondrá las armas porque “su situación es insostenible” o, en su caso, las enterrará para evitar “demasiada humillación”.
Portada del 23 de marzo de 2012